Me encanta poder transportarme, pero de una manera real, no por medio de la Ciencia, ni de artilugios mágicos. Marcel Proust, en Por el camino de Swann, relata lo que le sucede al comer una magdalena, la textura, el sabor, lo hacen transportarse mentalmente a su infancia cuando su tía le hacia ese panificado.
Hay cosas que nos llevan, que nos hacen acodar de viejas épocas, de personas, de lugares.
La música también tiene esa hermosa capacidad, es maravilloso poder escuchar una melodía, unos acordes y que te hagan acordar de situaciones, que se te pongan los pelos de punta por acordarte de un recital, de una caricia, de un roce de pieles, de un beso, de situaciones libidinosas.
Aromas, colores, sonidos, nos transportan a donde a veces nisiquiera recordamos...
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